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Anzoátegui

Tabú, miedo y falta de información

Por Giovanna Pellicani

Jhoanny Cabrera solía ver a su única hija, de 10 años, pegada al celular. Pasaba horas y horas clavada en la pantalla. Un año antes, la madre le había comprado el equipo con la idea de que pudiera usarlo para hacer sus tareas escolares, pero la niña, claramente, lo utilizaba también con fines recreativos: “Estoy viendo una película”, le respondía cuando le preguntaba qué tanto hacía con el teléfono. 

Hasta que, la madrugada del 12 de marzo de 2024, intrigada, Jhoanny decidió constatarlo ella misma. Revisó la galería de imágenes: eran pocas las que tenía almacenadas. Y le resultó curioso, porque la niña solía hacerse muchos retratos frente al espejo. Entonces hurgó entre los elementos desechados: ahí descubrió un par de fotos de los senos en formación de su pequeña. Sorprendida, se apuró a revisar las conversaciones de Whatsapp, y halló una con alguien que tenía registrado como “Mi catire”, quien le pedía a la niña que le mostrara sus pechos para “poder dormir tranquilo”.

Jhoanny comenzó a llorar y tuvo el arrojo de escribirle a ese contacto. Pero no respondió. La madre se quedó en vela y, al amanecer, cuando su hija despertó, la abordó para pedirle una explicación. Pero ella no quería hablar. Tenía miedo.

Era la primera vez que el tema aterrizaba en esa casa: Jhoanny nunca había hablado con su hija acerca del abuso sexual. En general, los temas relacionados con la sexualidad siempre habían sido un tabú. Y también lo eran en la escuela a la que asiste: en las aulas, apenas se ha hablado de ello.

Sin capacitación para abordar

Después de mucho insistir, la niña le confesó a Johanny que ese hombre con quien hablaba era “un novio”. Le dijo que lo había conocido a través de un amiguito, quien le dio su número. No le contó mucho más, entonces la madre la tomó del brazo, y la llevó a la Comandancia de la Policía Municipal de Sotillo (estado Anzoátegui, donde viven), para formular la denuncia, pero de allí la remitieron al Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalística de Puerto La Cruz.

Tras dos días de interrogatorio y luego de vaciar su teléfono, descubrieron que “mi catire” era un hombre de 45 años de edad que al parecer residía en la zona sur del estado. Supuestamente lo fueron a buscar, pero no dieron con él.

En la escuela pública donde estudia la pequeña, los docentes se enteraron, pero más allá de orientarla, le informaron que de ocurrir esto nuevamente la expulsarían del plantel.

La niña ha asistido a dos consultas con la psicóloga del Consejo de Protección de Niños, Niñas y Adolescentes. La lista de adolescentes que atienden es tan larga que deben esperar lapsos de tiempo extensos para que le toque su turno y asista nuevamente a la orientación.

Ni en ese y ni en otros colegios públicos de la zona norte del estado, los docentes han recibido capacitación para abordar el tema, pese a estar en el programa académico. Es lo que afirman maestros consultados para este reportaje.  Ana Rosales*, por ejemplo, tiene 26 años de experiencia en las aulas. Tiene a cargo una sección de 6to grado. Explica que durante los tres lapsos solo imparte tres clases sobre el tema, pues considera que la mayor parte de esta información debe ser abordada en casa. 

Asegura que ha conocido varios casos de niñas que han sido abusadas sexualmente, y que no se ha querido involucrar: solo ha pedido a los afectados que intenten comunicarlo a sus representantes.

En los planteles tampoco existen orientadores que permitan fomentar espacios de comunicación entre los representantes e hijos. Así las cosas, los niños, niñas y adolescentes terminan hablando del tema con sus compañeros de clases. La mayor parte de la información que usan para sus clases la obtienen a través de investigaciones propias que hacen en redes sociales.

Se abre la brecha

Camila Zabala, psicóloga y orientadora familiar, sostiene que los padres deben generarle confianza a sus hijos para que estos no se limiten a conversar al respecto: “He notado que el tema sigue siendo un tabú para muchos y que los niños, niñas y adolescentes sienten que van a ser reprochados si hablan sobre sexualidad”. 

Con 12 años de experiencia en la materia, y prestando servicio gratuito al Consejo de Protección de Niños, Niñas y Adolescentes, Zabala observa que los pequeños están sobreviviendo al bombardeo y libertades en redes sociales, donde reciben información que no es supervisada por sus padres.

“Si bien coincido en que la base de la educación debe partir en casa, tenemos que resaltar que ni los representantes, ni los docentes, manejan herramientas que supongan una buena orientación para los más pequeños de la casa. Entonces creen que si no se les habla del tema, no serán víctimas en un futuro”.

Orientadores del Consejo de Protección de Niños, Niñas y Adolescentes (Cedmna) afirman que suelen visitar las escuelas del estado para bridar orientación y herramientas para la prevención del abuso sexual. Sin embargo, alumnos y docentes consultados dicen que no han recibido charlas y talleres al respecto. 

La formación en esta materia luce como una necesidad imperiosa en el estado oriental: de manera extraoficial, se pudo conocer que la fiscalía número 24 del Ministerio Público, con competencia en Niños, Niñas y Adolescentes en Anzoátegui, maneja entre tres y cuatro casos semanales de niñas, niñas o adolescentes que presuntamente han sido víctimas de abuso, la mayoría por parte de algún conocido de la familia.

Según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), promover los derechos de los niños y cuidar de ellos constituye la base del desarrollo humano. Y recomienda que para prevenir el abuso sexual en los niños, niñas y adolescentes los cuidadores presten atención en las señales de cambio que muestre el niño o niña, evitar el sexismo, respetarlos como sujetos de derechos y darlos a conocer, propiciar climas de confianza y aclarar las dudas que sean necesarias para aportar las herramientas adecuadas a tiempo.

* Nombre ficticio para proteger la identidad de la fuente