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Falcón

Poca formación, muchos prejuicios

Por Jhonattam Petit

Amanda no solo se enfoca en dar clases. Es una docente que se preocupa genuinamente por sus estudiantes, casi todos adolescentes de 16 años. Si andan contentos, si están apagados o irascibles, ella lo sabe: 24 años de trabajo en las aulas han afinado su olfato para saber cuándo algo anda mal. Es que también es madre, y su instinto materno brota ante sus alumnos. No puede evitarlo.

Recuerda la vez qué se dio cuenta de que algo grave pasaba. 

Jamás había asistido a un taller relacionado con la atención a víctimas de abuso sexual, ni sobre cómo prevenirlo, pero se percató de que una de sus chicas había cambiado mucho: andaba silente, como abstraída.

Entonces se le acercó con amabilidad. Y la adolescente, sintiéndose en confianza, le contó: el director de ese liceo del estado Falcón abusaba de ella. Alterada, pero con prudencia para que nadie sospechara, Amanda corrió hasta la oficina de defensoría estudiantil, buscando a los docentes que deberían saber abordar el caso. Allí le tomaron los datos a la estudiante —quien avergonzada mantenía su rostro agachado– y llamaron al Consejo de Protección de Niños, Niñas y Adolescentes de Coro para que la atendieran.

Amanda recuerda que en el liceo no se habló más del caso. El director fue cambiado, pero nadie sabe si tuvo consecuencias legales. A partir de ese episodio, la profesora se hizo muchas preguntas. ¿Cómo eso pudo ocurrir dentro del sistema de educación? ¿Por qué los docentes no tienen acceso a programas formativos para saber actuar ante esas situaciones?

Son interrogantes que aún se formulan. Porque sabe que en Falcón los esfuerzos para prevenir los abusos sexuales en niños, niñas y adolescentes en entornos educativos son muy pocos. En este estado del occidente de Venezuela, cifras de la coordinación regional de educación integral de la sexualidad adscrito a la zona educativa, se han formado 300 docentes en talleres sobre educación integral sexual a través de Unicef y el programa regional; y actualmente 23 docentes participan en la primera cohorte de la especialización Educación Integral Sexual Integral, dictada por la Universidad Nacional Experimental del Magisterio Samuel Robinson en 6 municipios. Sin embargo, en una entidad con una población estudiantil de 206 mil 830 alumnos, esa cantidad parece insuficiente. “Falta mucho por hacer”, admite Juanmal Colina, coordinador y tutor regional de educación integral de la sexualidad, quien sostiene que el magisterio aspira a extender la especialización a los 25 municipios de la entidad. 

Por su parte, el Consejo Municipal de Derechos del Niño, Niña y adolescente de Coro ha impartido 20 charlas sobre abuso sexual a docentes y 35 a niños, niñas y adolescentes durante el año 2024. 

Pero Amanda se apura a subrayar otra arista del problema: es probable que esas iniciativas se estén estrellando ante los prejuicios y la falta de interés del personal directivo o docente en algunas instituciones.  “Tu convocas a una reunión para plantear alguna actividad preventiva sobre abuso sexual o sobre enfermedades de tranmisión sexual (ETS), y los docentes están en la mesa, con los brazos cruzados, con una mala actitud”, explica.

“No todos los directores permiten que se hable de sexualidad integral: es una pared, es un muro altísimo y grueso para poder ingresar a las escuelas a dar talleres”

Y Colina tiene la misma preocupación que ella: “No todos los directores permiten que se hable de sexualidad integral: es una pared, es un muro altísimo y grueso para poder ingresar a las escuelas a dar talleres”,  dice. 

Puertas adentro los estudiantes encuentran otro muro. Adolescentes consultados para este trabajo cuentan que los docentes no suelen entenderlos cuando expresan sus dudas sobre la sexualidad. “Los niños, niñas y adolescentes tienen conocimiento de la sexualidad con un lenguaje muy cotidiano, autóctono de la zona, pero no puedes tapar el sol con un dedo, les llama la atención el tema y buscarán varias veces en internet sobre lo que les interesa; entonces el docente debe estar preparado”, comenta Colina. 

Cuatro adolescentes fueron consultados para este trabajo y dicen que nunca han recibido información sobre cómo prevenir o qué hacer ante una situación de abuso. Oscar* es uno de ellos. Tiene 13 años, le gusta jugar béisbol por las tardes y cursa 2do año de bachillerato en un liceo público. Le da miedo y vergüenza hablar sobre su sexualidad con sus papás y no le tiene confianza a su profesor de biología.  “No soy lo suficientemente valiente para hacerle preguntas sobre sexualidad a mis profesores y a mis papás”, admite. 

“En mi liceo sobre el tema de abuso sexual no nos han hablado, nada de eso, solo embarazo precoz y mestruación, pero sobre el abuso sexual nunca”, agrega Sarahi, de 12 años, estudiante de otro colegio. Ella cuenta que tiene muchas amigas. Cree que si una de ellas llega a ser abusada se lo comentará a sus amigas. “No creo que tengamos la valentía para contárselo a una profesora, en ese momento tendríamos temor”, dice.

El vacío que conduce al precipicio

Las autoridades del Consejo Municipal de Derechos del Niño, Niña y Adolescente con sede en Coro, concluyen que la ausencia de conversaciones entre padres e hijos, sobre cómo prevenir el abuso sexual y el vacío informativo en las escuelas, conduce a que quienes padecen abuso callen o que no sepan ni siquiera que están siendo víctimas. 

Para Magalys Chirinos, presidenta del Consejo de Protección de Niños, Niñas y Adolescentes en Coro, es un problema. Comenta que desde la pandemia de covid-19 se han incrementado las denuncias por abusos sexuales en niños, niñas y adolescentes. Solo en 2024 han recibido 600. Por ello, su despacho se ha dirigido a instituciones educativas para impartir talleres a los estudiantes sobre actos lascivos, abusos sexuales en conjunto con el Ministerio Público y algunas organizaciones no gubernamentales. 

Insiste en que debería existir un engranaje entre el Estado, la familia y la sociedad: “La familia no habla de estos temas a veces por vergüenza, el niño, niña y el adolescente no se acerca a su representante por temor a la reacción de los adultos, y en materia educativa yo no veo que tengan temas de educación sexual, no solamente para prevención sino para educar cuando existe una transgresión a  la intimidad”. 

Recomienda que la educación sexual se convierta en una cátedra prioritaria dentro del plan educativo del niño y adolescente desde los 8 años en adelante. Amanda coincide con la recomendación de Chirinos. Incluso prefiere que sea desde preescolar se propicien espacios para instruir a padres y niños. 

“Los niños están frente a una tormenta de información sobre sexualidad, una simple canción de un género musical te describe un acto sexual y un abuso sexual, pero deberiamos abordar desde que ingresan al sistema de educación, claro, todo depende de la formación del docente, porque sino sería un caos enseñar sobre el abuso sexual”, advierte.