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La Gran Sabana

La precarización de la vida, la minería y los tabúes

Por Morelia Morillo

Cinco años después, Constanza, docente con dos décadas de servicio, recuerda el día en que un estudiante del último año de bachillerato se acercó para contarle que un hombre, asiduo visitante de su casa, localizada en una de las comunidades indígenas aledañas a Santa Elena de Uairén, abusaba de él.

El adolescente decidió revelar lo que le pasaba porque ya no aguantaba más, y porque sabía que, en unos meses, tendría que abandonar ese ambiente seguro que era la escuela. El único lugar en el que podía pedir ayuda. Constanza y otros profesores acompañaron a la madre en la consignación de la denuncia ante el Comando de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) de Santa Elena de Uairén. Pero ahí se quedó engavetada. “Era una persona de mucha influencia, gracias a Dios ya no está aquí”, comenta ahora, años después: “Para nosotros esa es una herida abierta”. Cuando lo dice, cierra los ojos haciendo el esfuerzo por no llorar.

Esta docente, dice, sabe identificar señales del abuso. Habla de Educación Integral de la Sexualidad (EIS) con sus estudiantes. Aunque usa poco la Colección Bicentenario, con frecuencia recurre a los materiales desarrollados por el Plan Nacional de Prevención y Reducción del Embarazo a Temprana Edad y en la Adolescencia y Educación Integral de la Sexualidad (PRETA-EIS), del Ministerio de Educación, elaborados con el apoyo técnico del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA). 

Si tuviera que volver a denunciar a un abusador, sostiene, conoce la ruta a seguir: iría ante el Ministerio Público, al Consejo de Protección de Niños, Niñas y Adolescentes del Municipio y a los órganos policiales de su comunidad. 

Santa Elena de Uairén, donde hace vida Constanza, se encuentra a 1.260 kilómetros de Caracas. Es la última ciudad del sureste venezolano. Queda a solo 15 kilómetros del cruce fronterizo hacia Brasil. No todos los profesores son como ella. Es más bien una excepción. “La mayoría de los docentes no están dispuestos a hablar de sexualidad porque eso es más trabajo para ellos”, dice Benjamín, educador del liceo Nicolás Meza, formado como multiplicador de Educación Integral de la Sexualidad (EIS). Agrega que, durante el año escolar 2023-2024, los libros de la Colección Bicentenario no les llegaron. “Pero antes de eso, había estudiantes que los recibían y los dejaban en la calle. En el liceo hay un depósito de cajas y cajas de libros de la Colección Bicentenario”. Los niños, niñas y adolescentes prefieren buscar información en los teléfonos, por hábito, por facilidad.

Un caldo de cultivo

En Gran Sabana, debido a los bajos salarios, muchos profesionales de la educación invierten tiempo en otras actividades: venden tortas, café, cosméticos y ropa e imparten tareas dirigidas. La crisis económica que afecta al país tiene sus matices propios en esta zona: la moneda de uso es el real brasileño, cuyo valor es cinco veces el precio del dólar; y aunque no predomine el uso del oro como moneda de cambio, este es el referente de valor de productos y servicios. En septiembre de 2024, por ejemplo, el valor de un gramo de oro era de 350 reales o 70 dólares.

Las precarias condiciones de vida, explica el profesor Benjamín, son un caldo de cultivo para el abuso: “Hay grupos de familias que alquilan una habitación para vivir: seis, siete, diez personas en un mismo espacio, en donde los niños, niñas y adolescentes se ven obligados a presenciar los encuentros sexuales de los adultos, sean sus padres o cuidadores, porque además hay quienes al migrar o al irse a las minas dejan a los hijos”. 

Y a esa precarización de la vida diaria, se suman los tabúes, el desconocimiento.  El profesor Benjamín ha formado más de 20 docentes, en más de media docena de centros educativos, a lo largo de dos años. En los encuentros, los maestros cuentan las anécdotas que viven en sus colegios, como que tienen alumnas de 12 años que ya mantienen relaciones sexuales.

Persistencia ante los tabúes

Los ojos se le hacen agua, la piel se le eriza, palidece.

Cándida, maestra de primaria y madre de tres hijos adolescentes, no olvida que un familiar suyo, hace años, fue víctima de abuso. Ella es una mujer religiosa, cristiana evangélica, aun así, aplica con entusiasmo los conocimientos que en materia de Educación Integral de la Sexualidad (EIS) que han llevado los multiplicadores del Ministerio y UNFPA a la escuela en donde trabaja. 

Hace dos años, tuvo un grupo de niños y niñas inquietos, deseosos de saber. Ella planificó, pasó el plan a la Dirección y dio la clase. “Los niños estaban muy receptivos”, recuerda. Al día siguiente, la abordó uno de los padres y le expuso que su hijo había llegado a casa comentando la información recibida. Como si se tratara de un estudiante más, le expuso al padre lo que había comentado ante el grupo. El representante se calmó y le confesó que quien estaba más disgustada era su esposa. “Desde ahí yo dije: ‘Tengo que tener mucho cuidado, no sólo con los niños sino con los padres y representantes’”. 

Pero ni por un instante ha pensado en dejar de orientar a sus estudiantes. “No me gustaría que otra criatura pase por eso”, expresa refiriéndose a la situación por la cual atravesó su familiar, apenas en edad preescolar. Por eso usa, incluso, sus estados de WhatsApp para publicar información valiosa, pues sabe que muchos padres tienen su número agregado. Eso comenzó a hacerlo después de que en la escuela donde trabaja, dos niñas (una de tercero y otra de cuarto grado) derribaron a un niño de cuarto e intentaron desnudarlo. “Lo arañaron todo”, recuerda. Las maestras hablaron con los involucrados y una de las niñas confesó que había visto una escena similar en un programa de televisión por cable: llamaron a los padres y pasaron el caso al Consejo de Protección de Niños y Niñas y Adolescentes.

En el aula, Cándida usa la Colección Bicentenario: “Son temas buenos, pero muy breves”. Por eso, investiga también en portales web vinculados al área educativa.

En las comunidades indígenas

“El abuso sexual es un tema bien delicado en las comunidades indígenas, yo traté de introducirlo en una asamblea (una reunión a la que asisten representantes y habitantes de varios asentamientos), pero no fue posible”, afirma Violeta, docente y madre de tres adolescentes. A las comunidades del Sector 7-Ikabarú, el único de los ocho sectores del territorio pemón que ya cuenta con titularidad y a la vez el área más intervenida por la minería, aún no han llegado los multiplicadores de la Educación Integral de la Sexualidad. 

En la región hay 18 escuelas que se mantienen con donaciones de los propios padres y representantes. La mayoría de los docentes, afirma Violeta, suelen ir a las minas en búsqueda de mejores ingresos. De allí que los maestros hayan creado un sistema semi- presencial: dan clases una semana, asignan trabajos y la semana siguiente se dedican a sacar gramos de oro. En las aulas, cuando los maestros abandonan, son sustituidos por bachilleres voluntarios.

En un contexto así es difícil que los docentes se formen como especialistas en EIS. “Solo enseñan a leer, a escribir y ya”, admite Violeta.

Mientras que el sistema educativo falla, en el Sector 7 del Pueblo Pemón se han registrado abusos. En 2023, una niña fue violada en una de las comunidades de la zona y el responsable fue denunciado, detenido y trasladado a un penal fuera del municipio Gran Sabana, donde fue asesinado. Tras esa experiencia, en la comunidad quedó el terror a denunciar. Después de esa situación, hubo otro caso. Pero nadie hizo nada. “Es necesario hacer talleres para sensibilizar a los padres, representantes y miembros de la comunidad, pero ese es un tema delicado”, insiste Violeta. 

“Hay mucho tabú, cuesta mucho entender que los adolescentes tienen derechos sexuales y que los padres debemos mantener con ellos una comunicación fluida”, expresa Marisol, otra madre y docente colaboradora habitual del Sector 7.  La información y comunicación fluida son sustituidas por el miedo, la vigilancia, las prohibiciones. Pero ese tipo de medidas son muros ilusorios, no funcionan. “Ya la chama a los 16, 17 está embarazada. Entre los 15 a los 19 se da la mayor tasa de embarazos, las mamás se quedan con los niños y los padres se van a la mina, ese es el bendito ciclo que nos tiene ahí, patinando”, dice.

José María Barrios, coordinador municipal de Plan Nacional de Prevención y Reducción del Embarazo a Temprana Edad y en la Adolescencia (PRETA) y Educación Integral de la Sexualidad (EIS) en la escuela del Ministerio del Poder Popular para la Educación (MPPE), asegura que Gran Sabana cuenta con cuatro multiplicadores entrenados con la asesoría técnica de UNFPA y de acuerdo con su data, se ha formado personal en 24 planteles del área urbana, comunidades indígenas cercanas e incluso en algunas de las de fácil acceso desde la Troncal 10, la carretera que atraviesa el Sector Oriental del Parque Nacional Canaima.  No han llegado al Sector Ikabarú, a las comunidades de acceso fluvial y aéreo por falta de logística.

Cada multiplicador trabaja con cinco escuelas por año. De cada una participan el director, el coordinador pedagógico, los docentes que lo deseen y un grupo de estudiantes. Los docentes indígenas son formados por multiplicadores nativos, conocedores del idioma y la cultura.

Barrios asegura que en cada uno de esos 24 centros se está impartiendo la Educación Integral de la Sexualidad y que los resultados son significativos. “Somos veedores de que eso se cumple, cada semana, lo validamos a través de muestras productivas, dibujos, láminas, dramatizaciones, videos (…) El cambio es muy significativo, se ha reducido la incidencia de embarazos a temprana edad e Infecciones de Transmisión Sexual más que todo en las comunidades indígenas”, asegura.

¿Y el contexto? ¿La crisis, los salarios? ¿La necesidad de los maestros de realizar otras actividades para redondear sus ingresos? ¿La repercusión de ese panorama en su disposición a aprender y enseñar sobre EIS? Él admite que “es un desafío”, pero no se amilana, cuenta que anima a los maestros a innovar, ver la escuela como espacios de enorme potencial productivo, capaces de generar recursos propios; los motiva a recurrir a estrategias de educación diferentes, a distancia, si fuera necesario, a ser creativos. Otro de los desafíos con los que se topa el lineamiento ministerial son los motivos religiosos y claro, las redes sociales “desvirtúan la información”.

¿Y la impunidad? “Cuando el denunciante tiene la verdad, el agresor se va del país, en este caso para Brasil”, expresa. La frontera está apenas a 15 minutos en carro.

Los adolescentes

“Este es un tema que debe tratarse más”, expresa Ángela, de 14 años, estudiante de 9no grado, refiriéndose a la Educación Integral de la Sexualidad (EIS). Ella ha visto dos o tres clases, desde 6to grado a 9no. Acostumbra a conversar sus dudas con su madre, una mujer de 35 años, madre soltera de tres niñas. Pero no siempre encuentra la orientación adecuada. Sobre la homosexualidad, por ejemplo, le dice: “Eso no es natural, lo natural es ser heterosexual”. Y Ángela piensa: “Las personas eligen cómo vivir y merecen respeto”.

“En sexto grado me dieron una clase, pero más que todo fue sobre cómo vestirme”, comenta Valeria, una adolescente de 13 años, cursante de 7mo grado.

El silencio, los tabúes, la impunidad se combaten con educación, con prevención, coinciden docentes y especialistas.  La Gran Sabana, la regia alta planicie de los tepuyes, termina hacia el sur del país en el Woipán Tepuy, una pared vertical de al menos 150 metros de altura desde la cual se mira la selva amazónica. Los lugareños le llaman El Abismo, un sitio único, virgen, impactante, poco protegido, alrededor del cual ronda la depredación minera. 

La herida se extiende sobre las personas y el espacio que habitan.

* Constanza, Benjamín, Cándida, Violeta, Marisol, Ángela y Valeria son nombres empleados para resguardar la identidad de quienes apoyaron la construcción de este texto.